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DETECTIVE PRIVADO

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  No debería estar haciendo esto. No, no debería; en serio se lo digo. Me juego la licencia. Y bien que me costó conseguirla.             Pero no quiero pensar en eso. Ya estoy aquí. De perdidos al río, como dice mi madre. Mientras no aparezca la policía y me pregunte qué demonios hago a las dos de la mañana sentada en mi coche con un equipo de vigilancia valorado en más de tres mil euros, todo irá estupendamente.             Usted no lo sabe, claro. De acuerdo, se lo contaré. Verá, soy detective privado. La detective más joven de España; y, probablemente, la mejor. Supongo que está mal jactarse de algo así, pero es la verdad. Me licencié en Psicología y después hice un máster en Criminología. Aún no había cumplido los veinticinco cuando me matriculé en la Complutense con la firme intención de ser detective privado. Terminé los tres cursos en tres años (no alardearé de mis notas para no ser presuntuosa, pero ya puede usted imaginarse, habiendo sido la primera de mi promoción) y c

CEREZOS EN FLOR

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  Laura me dice algo sobre los cerezos, pero no consigo escucharla, enmarañadas sus palabras entre las indicaciones del navegador y la música que llega de la radio. Conduzco a través de una recta larguísima, en paralelo a un río estrecho y convulso, que se proyecta sobre un lecho pedregoso, bajo la lluvia torrencial de principios de marzo. Tras varias horas de viaje, aún no sé si estoy donde quiero estar. --¿Cómo? –pregunto, absorto en las gotas que se desparraman empujadas ferozmente por el parabrisas. --Nunca me escuchas. Decía que los cerezos aún no han florecido y que así es un fastidio. Lo bonito de venir aquí es ver los cerezos en flor. --Pensé que lo bonito de venir aquí era poder pasar tiempo juntos. Nos quedamos en silencio unos minutos, contemplando el paisaje deslumbrante del valle bajo la lluvia. Laura consulta su móvil. --Estamos a veinte minutos. Y unos segundos después, apostilla: --Qué pena, con los cerezos en flor todo sería perfecto. En Cabezuela d

LLÁMAME COMO QUIERAS

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Al monumento a la Fe Descubridora” o “Monumento a Colón”, enclavado en la Punta del Sebo  (Huelva) Llámame como quieras, peregrino. Miss Whitney no me puso nombre ni apellido. Me clavó en la marisma insondable mirando eternamente ceñudo, azotado de sal y viento. Así que haz lo que quieras… Ponte parnasiano y riguroso, si es lo que quieres y llámame “coloso de granito”. o parodia al bigotudo y decadente Mallarmé y llámame “bloque intacto de un cataclismo oscuro”. Incluso te cedo a Neruda y su voz de flauta de pan para que “antigua piedra rota” me llames. Haz lo que quieras con mi nombre. Cuando caiga la noche sobre el mundo Y el nombre de las cosas se corrompa Yo seguiré aquí, mil años más, Mirando al poniente hermano… Así que ya sabes, peregrino, Llámame “monumento a la fe descubridora” O “monumento a Colón”, si así lo deseas, a la densa piedra que descansa sobre el lecho de la marisma Poco le importa.

UNA PEQUEÑA HISTORIA DE AMOR

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                                            ESPÉRAME, AMOR, DONDE QUIERA QUE ESTÉS Samuel Morse (Circa 1860) Como cada noche, desde hacía más de diez años, Samuel Morse se acercó a la mesa de su despacho y se sentó delante del aparato con el que había transformado el mundo. El anciano de larga barba blanca y cabellos plisados contempló con resignación el retrato colgado en la pared opuesta. Se sirvió dos dedos de bourbon, pese a la admonición de su médico y  las protestas desesperadas de su Sarah y comenzó a pulsar en el manipulador los puntos, las rayas y los espacios acostumbrados. Siempre el mismo mensaje, noche tras noche, año tras año.  El alfabeto proclamado a mayor gloria de su apellido había demolido las distancias. Ahora, cualquier lugar del planeta estaba a breves impulsos electromagnéticos. Nadie más habría de soportar el calvario sufrido por él cuando Lucrecia murió. Nadie tendría jamás que ser el último en enterarse de la muerte de su amada. Solo eso justificaba la tra
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                               LA SAGRADA ORDEN DE LOS CABALLEROS CELESTIALES *C uenta una de las múltiples leyendas que rodean el misterio del emplazamiento de su tumba, que Gengis Kan ordenó aesinar a la comitiva funeraria que lo acompañaba y que, a su vez, esta fuera masacrada tambien, para evitar, así, desvelar el lugar donde había sido depositados los restos del Gran Kan. De esta leyenda nace este pequeñísimo cuento Hace ya cuatrocientos cincuenta años, el Gran Emperador ordenó sacrificar a su cortejo funerario. Para tal efecto, seleccionó a los mejores de entre sus generales, de esta manera, nadie hallaría la localización de sus sagrados restos. Y así se hizo; justo cuando se cerró el sepulcro del Divino Rey de Reyes, la comitiva funeraria fue atrozmente aplastada. Una vez desmembrados los cuerpos, quemados sus miembros y esparcidas las cenizas, volvieron grupas hacia el palacio real, pero a mitad de camino fueron atacados por un contingente de soldados, convocados en secreto par
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                                                               HIMENÓPTERO                                                   Foto: cortesía de Olga Aguilera La abeja golpeó contra la ventana una, dos y hasta tres veces, antes de desplazarse por el aire recalentado de la cocina realizando una espiral errática y caer sobre el mantel a cuadros, atrapada en un estremecimiento de muerte.         Eran las seis y media de la mañana. Pronto se levantaría toda la familia. Susana no había podido dormir en toda la noche. Su último fin de semana en el pueblo. Su padre había encontrado trabajo en el Polo Químico de Huelva y allá que se iban, a un quinto piso en una calle cualquiera de la zona de ensanche de la ciudad. Adiós a la laguna de los patos, a triscar por los montes, a subirse a los almendros y los acebuches; adiós a sus amigos, a la caza de jilgueros con red, a vagabundear sin destino por los alrededores del pueblo… los caprichos del destino no la dejaban dormir. Por eso estaba despier

'Sacarse el Graduado' en el Siglo XXI: En defensa de los centros de educación permanente

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  Artículo para Huelva24.com  sobre la importancia de los centros de educación permanente y la necesaria reflexión sobre su futuro en el ámbito educativo.