Entradas

CEREZOS EN FLOR

Imagen
  Laura me dice algo sobre los cerezos, pero no consigo escucharla, enmarañadas sus palabras entre las indicaciones del navegador y la música que llega de la radio. Conduzco a través de una recta larguísima, en paralelo a un río estrecho y convulso, que se proyecta sobre un lecho pedregoso, bajo la lluvia torrencial de principios de marzo. Tras varias horas de viaje, aún no sé si estoy donde quiero estar. --¿Cómo? –pregunto, absorto en las gotas que se desparraman empujadas ferozmente por el parabrisas. --Nunca me escuchas. Decía que los cerezos aún no han florecido y que así es un fastidio. Lo bonito de venir aquí es ver los cerezos en flor. --Pensé que lo bonito de venir aquí era poder pasar tiempo juntos. Nos quedamos en silencio unos minutos, contemplando el paisaje deslumbrante del valle bajo la lluvia. Laura consulta su móvil. --Estamos a veinte minutos. Y unos segundos después, apostilla: --Qué pena, con los cerezos en flor todo sería perfecto. En Cabezuela d

LLÁMAME COMO QUIERAS

Imagen
Al monumento a la Fe Descubridora” o “Monumento a Colón”, enclavado en la Punta del Sebo  (Huelva) Llámame como quieras, peregrino. Miss Whitney no me puso nombre ni apellido. Me clavó en la marisma insondable mirando eternamente ceñudo, azotado de sal y viento. Así que haz lo que quieras… Ponte parnasiano y riguroso, si es lo que quieres y llámame “coloso de granito”. o parodia al bigotudo y decadente Mallarmé y llámame “bloque intacto de un cataclismo oscuro”. Incluso te cedo a Neruda y su voz de flauta de pan para que “antigua piedra rota” me llames. Haz lo que quieras con mi nombre. Cuando caiga la noche sobre el mundo Y el nombre de las cosas se corrompa Yo seguiré aquí, mil años más, Mirando al poniente hermano… Así que ya sabes, peregrino, Llámame “monumento a la fe descubridora” O “monumento a Colón”, si así lo deseas, a la densa piedra que descansa sobre el lecho de la marisma Poco le importa.

UNA PEQUEÑA HISTORIA DE AMOR

Imagen
                                            ESPÉRAME, AMOR, DONDE QUIERA QUE ESTÉS Samuel Morse (Circa 1860) Como cada noche, desde hacía más de diez años, Samuel Morse se acercó a la mesa de su despacho y se sentó delante del aparato con el que había transformado el mundo. El anciano de larga barba blanca y cabellos plisados contempló con resignación el retrato colgado en la pared opuesta. Se sirvió dos dedos de bourbon, pese a la admonición de su médico y  las protestas desesperadas de su Sarah y comenzó a pulsar en el manipulador los puntos, las rayas y los espacios acostumbrados. Siempre el mismo mensaje, noche tras noche, año tras año.  El alfabeto proclamado a mayor gloria de su apellido había demolido las distancias. Ahora, cualquier lugar del planeta estaba a breves impulsos electromagnéticos. Nadie más habría de soportar el calvario sufrido por él cuando Lucrecia murió. Nadie tendría jamás que ser el último en enterarse de la muerte de su amada. Solo eso justificaba la tra
Imagen
                               LA SAGRADA ORDEN DE LOS CABALLEROS CELESTIALES *C uenta una de las múltiples leyendas que rodean el misterio del emplazamiento de su tumba, que Gengis Kan ordenó aesinar a la comitiva funeraria que lo acompañaba y que, a su vez, esta fuera masacrada tambien, para evitar, así, desvelar el lugar donde había sido depositados los restos del Gran Kan. De esta leyenda nace este pequeñísimo cuento Hace ya cuatrocientos cincuenta años, el Gran Emperador ordenó sacrificar a su cortejo funerario. Para tal efecto, seleccionó a los mejores de entre sus generales, de esta manera, nadie hallaría la localización de sus sagrados restos. Y así se hizo; justo cuando se cerró el sepulcro del Divino Rey de Reyes, la comitiva funeraria fue atrozmente aplastada. Una vez desmembrados los cuerpos, quemados sus miembros y esparcidas las cenizas, volvieron grupas hacia el palacio real, pero a mitad de camino fueron atacados por un contingente de soldados, convocados en secreto par
Imagen
                                                               HIMENÓPTERO                                                   Foto: cortesía de Olga Aguilera La abeja golpeó contra la ventana una, dos y hasta tres veces, antes de desplazarse por el aire recalentado de la cocina realizando una espiral errática y caer sobre el mantel a cuadros, atrapada en un estremecimiento de muerte.         Eran las seis y media de la mañana. Pronto se levantaría toda la familia. Susana no había podido dormir en toda la noche. Su último fin de semana en el pueblo. Su padre había encontrado trabajo en el Polo Químico de Huelva y allá que se iban, a un quinto piso en una calle cualquiera de la zona de ensanche de la ciudad. Adiós a la laguna de los patos, a triscar por los montes, a subirse a los almendros y los acebuches; adiós a sus amigos, a la caza de jilgueros con red, a vagabundear sin destino por los alrededores del pueblo… los caprichos del destino no la dejaban dormir. Por eso estaba despier

'Sacarse el Graduado' en el Siglo XXI: En defensa de los centros de educación permanente

Imagen
  Artículo para Huelva24.com  sobre la importancia de los centros de educación permanente y la necesaria reflexión sobre su futuro en el ámbito educativo.
Imagen
        LOS POETAS                                                                 El poeta pobre (1839) Carl Spitzweg Dos poetas tomaban café --tan poéticamente como les era posible-- a la sombra de unos naranjos en flor en una plaza cualquiera, bajo el cielo metálico de una ciudad costera de provincias. El calor era aún soportable. La gente andaba sumida en sus historias habituales de compras, pago de recibos, visitas al ayuntamiento o saludos a conocidos. Unos iban y otros venían; algunos se sentaban a la sombrita y tomaban un café. Al rato se levantaban y se iban. Pero nuestros rapsodas continuaban a lo suyo, discutiendo de lo humano y lo divino, como el dios de los poetas manda. Entrambos sumaban seis meses y trece días (más algunas horas) de vida laboral. Conozcamos el contenido de su palique. --¿Has leído lo último de A ? –dijo el más joven. --Basura, como todo lo que escribe ese meapilas–afirmó el más viejo. --Estoy de acuerdo. Su falta de profundidad es dolorosa. -