EL LOBO FEROZ
Coincidiendo con el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia Contra la Mujer, me gustaría compartir este microrrelato que trata de mostrar el horror en el que viven muchas mujeres, pero presentado desde la perspectiva enferma del propio maltratador.
EL
LOBO FEROZ
Yo antes no era
así, de verdad.
No estoy fingiendo ni trato de justificarme.
Ya no. Acepto quien soy, o mejor dicho, en quién (más bien en qué) me he
convertido.
Lo que pasa es quizás la quiero
demasiado. La quiero para mí; solo y en exclusiva para mí. Ese es el problema.
No soporto verla con nadie más. Odio a sus amigas, a su familia, a sus exnovios
(sobre todo a esos) y a sus compañeros de trabajo.
Empecé por ahí, precisamente, por el
trabajo. Soplé y soplé, como el lobo de Los Tres Cerditos, hasta que conseguí
que lo dejara. Me costó horrores, pero una vez arrebatada su propia entrada de
dinero, lo demás fue más sencillo. Digamos que se extravió; sí, es una buena
definición: perdida. Y, como digo, yo no era antes así.
Separarla de sus amistades fue
fácil: una mezcla de crítica velada y constante y algunas mentiras sabiamente
dispuestas entre medias fueron suficientes para que sintiera el pinchazo amargo
de la decepción. Después corté el contacto con su familia. La familia no se
mete en estas cosas. Igual murmuran algo, pero no se atreven. Ni yo lo
permitiría.
Y por último le pegué. La primera
vez fue una sorpresa. Yo no me lo esperaba y ella, por supuesto, tampoco. Ni
siquiera lloró. Más tarde sí que lloró. Y después, ya no paré. Pero si me
conocieras, no pensarías que soy un monstruo. Qué va. Ni en un millón de años.
Si me conocieras, sabrías que soy un buen tipo, un tipo normal y corriente, tu
vecino, tu amigo, tu compañero de trabajo…
Ahora está llorando, tirada en la
cama. Pero no pasa nada. Dentro de un rato me acercaré y seguro que me perdona…
siempre lo hace. Sabe que la quiero.
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